Este reloj de bolsillo de diseño intergaláctico –con 43 mm de diámetro y solo 37,29 gramos de peso– hace honor a su nombre. Su bisel externo de gran tamaño hecho de oro blanco parece una hoja virgen de metal sobre la que el relojero ha ejercido el complejo arte del satinado «traits tirés» y el cerclado. Se trata de un modelo suntuoso, ideal para las grandes veladas. El motor se esbozó en Le Coultre, en la vecina localidad de Le Sentier. Luego Audemars Piguet acabó, ensambló y ajustó el calibre extraplano 2003, de solo 1,64 mm de grosor. Lleva grabado el número único 84135. La esfera deslumbra gracias a su oro lacado con efecto mate, sus 22 mm de diámetro, sus índices aplicados y sus agujas de oro blanco. El cristal fue concebido con la forma de burbuja de los cristales de cabina de piloto. El bisel viene engastado con 45 zafiros de 1,3 mm de diámetro que suman 0,45 quilates. Las ansias de modernidad se envuelven de un estricto conservadurismo técnico. ¿Hacen falta más pruebas? La argolla en forma de llama remite a las volutas que escupe un reactor sideral en fusión y la corona de remontuar se propulsa fuera de la caja como una ojiva de cohete. El modelo 5616 también existe en una versión no engastada y esqueleto. Más que un reloj elegante, se trata de un verdadero ovni.
— Por Paul Miquel