Desde 1882, Audemars Piguet apuesta por mantener las Grandes Complicaciones como el pilar de su producción, perpetuando esta artesanía tradicional de generación en generación.

El primer reloj de pulsera Gran Complicación de Audemars Piguet

Tras el renacimiento de otras complicaciones clásicas después de la crisis del cuarzo, Audemars Piguet lanzó su primer reloj de pulsera Gran Complicación en 1996 con una caja Jules Audemars de 8,5 mm de grosor. Le siguió el Royal Oak Gran Complicación en 1997. Estas proezas son el resultado del compromiso de la Manufactura con la fabricación de relojes Gran Complicación, sostenido de forma ininterrumpida.

Para ser considerado una Gran Complicación, un reloj debe incluir repetición de minutos, cronógrafo con ratrapante y calendario perpetuo. Cada una de estas funciones constituye un hito significativo en la historia de la relojería, y se suma al atractivo y el prestigio de la Gran Complicación. Audemars Piguet, exigiendo el más alto nivel de habilidad y precisión, lidera la producción de Grandes Complicaciones desde 1882.

Relojero ensamblando un reloj.

Los minuciosos gestos son precisos, el dominio absoluto y la paciencia infinita. Un aroma de excepción flota en este lugar donde nace la magia de las piezas relojeras únicas: nos encontramos en Le Brassus, en el taller de las Grandes Complicaciones de Audemars Piguet.

Relojero trabajando en un reloj Gran Complicación

Expresión culminante de artesanía relojera, la creación de un reloj Gran Complicación requiere el más alto nivel de habilidad y precisión. Cada uno de los relojes está ensamblado por un único relojero, quien asegura la coherencia y la atención al detalle a lo largo de un proceso que puede durar hasta ocho meses. Con un total de 648 componentes, el proceso empieza con el ensamblado del movimiento, seguido de diversas fases de ajuste, desmontaje, decoración y reensamblaje.