En un guiño llamado a reforzar el vínculo existente entre ciencia ficción y relojería, no duda en llamar la atención sobre los mitos fundacionales del vibranium. Este material, vinculado a Pantera Negra y Capitán América, se emparenta con la roca ferruginosa de las montañas del Jura suizo que ha propiciado el desarrollo de la metalurgia y el saber hacer relojero de La Vallée de Joux. Para Sébastian Vivas, director de Patrimonio y Museo de Audemars Piguet, es indudable que las revoluciones artísticas y tecnológicas de finales del siglo XIX han favorecido un sentimiento de fe en la modernidad. Impulsados por estos avances, los mundos del arte y la industria han desarrollado una nueva estética. Del futurismo al estilo Streamline y el Art Déco, las obras de este periodo han puesto rostro a la modernidad y, en ocasiones, incluso anticipado el progreso. El ejemplo perfecto es un reloj de bolsillo Audemars Piguet creado en 1931. Sus líneas depuradas recuerdan la aerodinámica característica del movimiento Streamline, mientras que sus grandes superficies metálicas y su indicación digital sin agujas denominada «horas saltantes» prefiguran, con cuatro décadas de antelación, el aspecto de los relojes de cristal líquido comercializados en los años 70. Además, aquel periodo era un momento especialmente propicio para el desarrollo de la ciencia ficción, con los primeros pasos de la aventura espacial de la humanidad. Durante los años 50, la conquista del espacio inauguró una nueva edad de oro para los cómics y las revistas «pulp» (ediciones económicas de textos en serie) en torno a la ciencia ficción, que ampliaron los confines conocidos hasta el infinito interestelar. Los planetas lejanos, las criaturas extraterrestres y las naves espaciales cosecharon una gran popularidad, quedaron grabados en el imaginario colectivo y sirvieron de fuente de inspiración para otros muchos ámbitos.